Dom, 29/05/2011 - 08:52
Es una de las pocasvoces independientes, honestas y al mismo tiempo frontales del periodismo peruano.César Hildebrandt, el director del semanario Hildebrandt en sus trece, es también un agudo observador de lacoyuntura política. Aquí habla de los candidatosy del papel que están jugando los medios de comunicación.
Por Flor Huilca
La prensa extranjera se sorprende de la parcialización de los medios y el desequilibrio informativo. ¿Qué piensa usted?
–Si uno viene como turista informativo y exige objetividad absoluta y neutralidad suiza, entonces estamos de acuerdo, pero habría que preguntarle a un corresponsal de El País si se sería neutro en el caso de que Blas Piñar o algún personaje vinculado directamente al franquismo fuera candidato, o a un periodista de Le Monde, Le Figaro, si la neutralidad absoluta debería ser para juzgar a un movimiento neonazi o a un movimiento de extrema derecha con Jean-Marie Le Pen. Mientras no se confunda información con opinión, no se tergiversen los hechos y no se mienta, los periódicos tienen todo el derecho de asumir un punto de vista, sobre todo cuando consideran que el país está en peligro; y, en este caso, está en peligro.
–Es que no han asumido un punto de vista, ahora son parte de la campaña.
–Ese es un asunto que tiene que ver con la calidad de la prensa peruana, que está bien venida a menos porque los periodistas, en la mayoría de los casos, se han convertido en empleados del patrón, y es el patrón quien decide la agenda, los temas, lo vetos, a quién hay que levantar y a quién hay que demoler. La ideologización extrema de la campaña no es de los periodistas sino de los dueños de los medios, y en el caso de los que defienden a Keiko tienen un claro objetivo: que nadie toque este sistema, y ella les asegura eso, según ellos.
–¿Y los que apoyan a Ollanta? Porque también hay medios que están a su favor.
–Son una minoría. En ese caso se trata de posiciones que evidentemente no les reditúan ningún poder porque es precisamente Humala quien se propone hacer algunos cambios cualitativos en el sistema. En ese caso veo una suerte de romanticismo periodístico y ‘ovejanegrismo’ –si cabe el neologismo–. Prefiero ser mil veces oveja negra que un borrego blanco, y la prensa peruana está llena, en este momento, de borregos y de balidos con b y con v.
–¿No le llama la atención que medios que en el 2000 jugaron un papel a favor de la defensa de la democracia como El Comercio y Canal N ahora estén en la otra orilla, en el mismo lugar en el que estaban los diarios de 50 céntimos?
–Habría que ver si El Comercio ya no cuesta 50 céntimos. Temo que empiece a costar 50 céntimos cualitativamente hablando. En realidad El Comercio debería regalarse porque ya se regaló. Me sorprende que un periódico de la historia y la tradición de El Comercio se entregue de un modo tan promiscuo a los designios no de un partido político, no de un frente popular, no de una plataforma programática, sino de una auténtica pandilla de retornados que vienen desde la cárcel como el señor Víctor Joy Way, hasta el oportunismo más absoluto como el señor Rafael Rey, pasando por el señor Jaime Yoshiyama, el señor Jorge Trelles alias “matamos menos” y el señor José Chlimper que amenaza a los portuarios con balearlos si hacen huelga prolongada. Es el pasado hoy. No entiendo lo de El Comercio, aunque sí intuyo que se trata simplemente del billetón, para decirlo en términos criollos; al final es el billetón.
–No solo es El Comercio. Están también otros diarios que han optado por…
–En general es la prensa conservadora, que es la gran mayoría, la que se ha sumado a la campaña de Keiko, pero sobre todo se ha sumado a la anticampaña, la campaña de demolición y de asesinato moral de Humala, a quien le reprochan mil cosas que va a hacer. Es curioso porque se le reprocha lo que va a hacer, y a la señora Keiko, que es testaferro de su padre, nadie le hace preguntas en torno a lo que ya se hizo y lo que se puede prever que repetirán. Hay un tratamiento tan asimétrico, tan absolutamente desproporcionado que, me imagino, también habrá sorprendido a los corresponsales extranjeros.
–¿Qué ha pasado allí? Antes al menos era claro que había dinero en la salita del SIN. ¿Ahora alrededor de qué se han reagrupado?
–Es el dinero; el aglutinante es el dinero, no hay ningún misterio. Lo que ellos quieren es representar de un modo muy beligerante los intereses de las grandes empresas nacionales y trasnacionales que están detrás de este modelo. Ni siquiera es García el que lo encarna; es todo este tramado corporativo que está instalado y que no quiere que nada se mueva. Es casi casi el Estado catatónico, la cadaverización del país, volver al país una suerte de momia inmóvil donde nada pueda ser tocado. Cualquiera que intente que a la momia se le mueva un brazo de inmediato le caen a la yugular. No entienden que están creando otra vez las condiciones para un impasse social muy agudo.
–¿Cómo se expresan en la prensa esos intereses que usted señala? ¿Cómo han logrado tanta representación mediática?
–No es que tengan presentación en prensa; son la prensa. Ya no tienen intermediarios, ya no tienen emisarios en los directorios, ahora ellos son la prensa. Cuando Graña y Montero y el señor Emilio Rodríguez Larraín, que representa a Lan, están en el directorio y mandan, la derecha no necesita tener directores. El Comercio es suyo y lo mismo sucede con otros diarios. Entonces estamos viviendo una realidad bien difícil y poco democrática que, me temo, va a derivar en un desenlace crítico y, quizá, violento. Se está creando una atmósfera tal que vamos a encontrarnos con un gobierno autoritario que no va a saber qué hacer en democracia porque el problema es que el fujimorismo no sabe actuar en democracia; lo probó del 90 al 92: no sabe negociar, producir consenso, ceder, convocar. El único verbo que conjuga es mandar.
–¿El autoritarismo es consustancial al fujimorismo?
–Es un estilo de la derecha peruana. El fujimorismo fue una interpretación de la derecha peruana, la vieja derecha peruana. No se olvide que siempre se ha hecho representar por gente muy recia y, a veces, bastante asesina, para decirlo de un modo pintoresco. Sánchez Cerro, Odría,... el más dulce fue el mariscal Benavides, que metió presos a un montón. Esa fue la versión Walt Disney de la derecha peruana. Fujimori no es un accidente, no es un intruso, no hace sino encarnar de un modo brutal sus viejos interés y sus viejos designios.
–Las críticas del televidente no solo se escuchan en época electoral sino también van contra sus noticieros llenos de sangre...
–Y de monotonía.
–¿El televidente tienen alguna forma para exigir calidad en lo que ve? ¿Qué se puede hacer porque ni la Asociación de Anunciantes (Anda) interviene?
–Esa pregunta se podría responder con otra pregunta: ¿quién le ha dado a Ernesto Schultz hijo la potestad de coeducar a la juventud a través de la televisión? ¿Quién le ha dado al respetable ciudadano israelí Baruch Ivcher el derecho de emitir lo que le de la gana a la hora que le dé la gana? ¿Quién le ha dado al señor Ángel Gonzales, residente en Miami, el derecho de decidir qué propalan el 9 y el 13? Los medios de comunicación no expresan a la gente, expresan a los propietarios. ¿Pueden los consumidores de información lograr cierta participación en los contenidos? En este sistema no pueden. La única solución sería algo como la BBC, que es una televisión auspiciada desde el Estado inglés y sin embargo privatizada en sus contenidos, dirigida con total independencia, o NHK en Japón... ¡Cuándo llegaremos a eso!
–Bueno, los broadcasters que manejan la mayoría de canales son los mismos que vimos en la salita del SIN con Montesinos.
–Por eso cuando alguien habla del tema dicen libertad de prensa en peligro, enemigo de la libertad de expresión. Creen que la libertad de expresión es el derecho que les asiste a decir lo que les da la gana, a difamar cuando quieren, calumniar cuando les venga en gana, torcer, tergiversar cada vez que ellos consideren que es necesario, editar a la mala, etc. La libertad de prensa de la señora Rosa María Palacios, que en la noche decide exactamente qué debe pensar la gente pero siempre desde la perspectiva ultraconservadora, y Jaime de Althaus, que le hace dúo desde otro canal.
–¿El Consejo de la Prensa cumple algún papel en la autorregulación de sus medios asociados?
–¿Recuerda cómo se reía Castañeda? Esa es mi respuesta. El Consejo de la Prensa es nada, es un sindicato de fantasmas dirigidos por Gasparín; no hay nada que rescatar ni que ver. Es un biombo que alberga a los dueños, claro que tienen todo el derecho a tener su Consejo, pero se da cuenta de que los periodistas no tenemos ni federación ni Colegio en ejercicio. No tenemos nada, por eso nos maltratan, nos consideran empleaduchos; es un gremio desunido, plagado por el egoísmo y absolutamente incapaz de ejercer cualquier autoridad ética.
–La candidata Keiko Fujimori ha dicho que ha cargado una cruz muy pesada y que no quiere que sus hijas pasen por lo mismo. Más allá de lo declarativo, ¿hay razones para darle la oportunidad que pide?
–No le creo ni una palabra. A ella no le creo ni la puntuación, ni las tildes, porque si fuera así, si quisiera reivindicar su apellido, ¿qué hacen allí Trelles, Martha Chávez, la señora Cuculiza? ¿Qué hacen allí todos aquellos que como Chlimper fueron o ministros o allegados no solo de Fujimori sino también de Montesinos? No hay ningún propósito de enmienda real, es bla, bla, bla. Lo que se viene es un liberalismo sin anestesia. Lo que García ha tratado de hacer de un modo suave se hará de un modo violento; para eso esta gente como Chlimper y Rey que están encargados del trabajo duro.
–Aun cuando insiste en que ella será la que tome las decisiones y la que gobierne, ¿puede realmente mostrar distancia de su padre?
–No tengo dudas: este sería el cuarto gobierno de Fujimori, no tengo dudas. El del 90-95 con golpe, el del 95-2000, el de finales de los 2000 que fue su abortado tercer gobierno, y si su hija gana ahora sería el cuarto. Sería el único “presidente” –entre comillas porque ante todo fue jefe de una banda– que gobernaría el país en cuatro periodos. Eso es lo que quiere la familia Fujimori: entrar a los Guinness.
–Keiko ha intentado, al menos en apariencia, desmarcarse de la presencia de Montesinos en esta campaña. ¿Lo ha logrado?
–¿Usted cree? Montesinos acaba de hacerle el enésimo favor de soltar por allí el audio, en complicidad con García, cuando decía que aquel levantamiento (de Ollanta Humala) era una manera de distraer su fuga a Venezuela. Están en completa combinación. Al final de cuentas, Keiko no puede olvidar, porque ingrata no es, que el señor Montesinos le daba en su manita la mensualidad de su universidad en Boston cuando venía a Lima. A veces se la daba su papi; ella lo declaró y la admitió. Lo que no dijo es lo que dijo Montesinos el 2001, que él a veces le da el dinero en efectivo. ¿Cómo va a olvidar ese favor? No se ha desmarcado ni en apariencia de esa presencia. Se trata simplemente de una treta publicitaria que es parte de todo este montaje escénico. Su candidatura es una candidatura teatral, en la que ella finge no ser hija, finge no ser cómplice, no ser miembro de la banda, y se yergue como una persona completamente ajena. ¿Ajena de quién?
–El Ollanta que ganó en primera vuelta no es el mismo que tenemos ahora, y su plan de gobierno menos. ¿Son legítimos todos esos cambios?
–Lo que tenemos ahora es un Ollanta golpeado por la primera vuelta, en la medida que su votación no fue suficiente para hacer prevalecer su programa. Él arguye, y me parece que con razón, que ante los resultados ha tenido que suavizarlo ¿Es válido?, sí. ¿Es deseable?, sí, democráticamente válido también. ¿Eso le puede haber quitado votos?, sí. ¿Puede generar algún tipo de confusión?, sí.
–¿Qué le parece el respaldo de Mario Vargas Llosa y de los intelectuales? ¿Es suficiente para lograr el consenso que necesita para ganar las elecciones?
–Respeto la posición de Vargas Llosa y de algunos intelectuales que acompañan en este momento a Ollanta Humala pero no ha habido ningún caso en la historia electoral del Perú en el que el respaldo de intelectuales haya decidido una elección; nunca, ni aquí, ni en Rusia. Es un valor agregado de tipo moral, un prestigio añadido, pero no creo que eso vaya a significar votos; me parece algo bueno, pero no cuantitativamente estimable.
–¿Esperaba ese cambio en Vargas Llosa? En el 2006 el escritor criticó severamente a Ollanta Humala y ahora termina llamando a votar por él.
–Que Mario Vargas Llosa haya decidido apoyar a Ollanta es legítimo, no creo que nazca de ningún rencor de hace veinte años atrás. Creo que nace del mismo asco que sienten muchos peruanos, millones de peruanos para decirlo en términos precisos, respecto al retorno de la banda que tomó el poder, corrompió las Fuerzas Armadas, destruyó el Poder Judicial, abolió la Contraloría, convirtió la fiscalía en un prostíbulo, destrozó la médula misma del país y ahora dice, bueno por interpósita persona, es decir Keiko Fujimori, vamos a gobernar. ¿Qué le parece? Y la mitad del Perú dice sí, cómo no.
“Vivimos de nuestros lectores”
–Hildebrandt en sus trece, el semanario que dirige, tiene más de un año. ¿Cómo le va en esta aventura de resistencia periodística?
–Nos mantenemos; yo pensé que iba a ser una experiencia breve, se lo confesaré. Pensé que iba a durar dos o tres meses, y resulta que la realidad me ha contradicho por enésima vez, y, en este caso, para bien. Vivimos de nuestros lectores, tiramos 20 mil ejemplares con una devolución de 4%; no es un mérito, no me jacto de ello, pero vivimos tranquilos y con dignidad, con mucha austeridad, pero ¿sabe qué?: no nos hemos vendido.
–Pero usted ha tenido audiencias mucho más grandes. En la primera vuelta lo vimos comentando las elecciones en un canal. ¿Hay algún proyecto para volver? En Facebook, por ejemplo, lo reclaman.
–Lo del Facebook lo tomo como un gesto generoso de simpatía y como un reclamo auténtico de pluralidad en una pantalla casi casi uniformada, solo le falta dos pepas para ser naranja. Lo que esa buena gente no entiende es que no depende de mí; me llamaron del 9 para la primera vuelta, hice comentarios, evidentemente no gustaron, no me llamaron para la segunda vuelta. ¡No es un reclamo eh! Me importa un rábano si me llaman o no. Eso le indica hasta qué punto la televisión está absolutamente secuestrada por los que cortan el jamón. No pueden admitir que quien se salga del libreto esté allí, por eso en televisión hay un parentesco tenaz entre programa y programa. Son los mismos personajes, los mismos ataques, los mismos sesgos, las mismas ediciones, los mismos blancos a abatir.
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