Piñera en la encrucijada: La Promesa, la Derecha y la Familia
Hace un año la pregunta era la misma: ¿incluirá Piñera al matrimonio gay en el discurso del 21 de mayo? Finalmente, no lo hizo. Probablemente tampoco lo haga ahora. Su último comentario al respecto dejó poco espacio a especulaciones: “Creo en el matrimonio como debe ser: entre un hombre y una mujer, que se casan para compartir un proyecto de vida, para generar una nueva familia, para recibir los hijos que Dios nos mande”.
Tres discusiones son pertinentes.
La primera, como todos recordaremos, es que Sebastián Piñera como candidato levantó la bandera de la igualdad de derechos entre los distintos tipos de parejas, sean éstas heterosexuales, homosexuales, bisexuales o transexuales. La utilizó en su franja televisiva con buena recepción de la audiencia. Más de algún votante pudo haberse decidido por el competidor Piñera en base a esa información. Todos aquellos que creyeron y hasta el día de hoy siguen esperando, tienen el derecho de sentirse un tanto engañados. Otra vez, el talón de Aquiles del Presidente: su baja credibilidad. La Concertación parece haber encontrado un respiro de su verdadero puzzle interno acusando al gobierno de enviar todos los proyectos emblemáticos con “letra chica”, especialmente aquellos que fueron munición de campaña. Si el concepto toma fuerza –para graficar al comerciante que juega sucio- el oficialismo seguirá pasándolo mal en los sondeos de opinión y a la hora de negociar en el parlamento.
Si Piñera cumple su promesa de campaña apoyando una legislación que amplíe los derechos y obligaciones del matrimonio, avanzaría al mismo tiempo hacia el proyecto de una derecha menos juzgadora y autoritaria. Pero al tomar ese camino, heriría profundamente su alianza con el conservadurismo que manda en la UDI y en parte importante de RN.
La segunda cuestión apunta a la consistencia una “nueva derecha” que nacería al alero del Presidente. Cuando el matrimonio entre personas del mismo sexo fue puesto sobre la mesa en plena campaña, los partidarios de Piñera quisieron ver en esa “toma de posición” una auténtica apertura doctrinaria. Una derecha menos temerosa de la diversidad, a tono con los tiempos, dispuesta a tensionar a los sectores más tradicionalistas de la sociedad chilena. Ellos son los segundos damnificados de la inactividad del gobierno en esta materia. Es la propia idea de una “nueva derecha” la que pierde brillo. Es cierto que algo hemos visto en la agenda económica y social, pero la creatura no alza el vuelo sin un impulso de progresismo moral. Aunque algunos sostienen que se trata de temas poco relevantes para la mayoría de la población, lo cierto es que lejos de pasar inadvertidos, siguen siendo altamente combustibles en la discusión pública.
Esto se relaciona con la tercera discusión. Algunos analistas han sostenido que HidroAysén marca un antes y después para La Moneda. La tesis es la siguiente: después de mucho tiempo tratando de darle en el gusto a las encuestas –sin resultados muy estimulantes- habría llegado el momento de decir lo que la derecha realmente piensa respecto de los temas. Fuera los disfraces. Sin juego de luces, con más franqueza, con mayor poder diferenciador. En la llamada agenda valórica, esto implicaría resucitar el histórico discurso conservador chileno respecto de la familia. Piñera, de acuerdo a este libreto, podría sostener sin ambigüedades que su sector gobierna orientado por principios cristianos intransables, dentro de los cuales está el estatus exclusivo que gozan las parejas heterosexuales en desmedro de las otras. La UDI tendría al frente, al fin, al Presidente que les gustaría ver.
Las tres discusiones son interdependientes. Si Piñera cumple su promesa de campaña –sin letra chica- apoyando una legislación que amplíe los derechos y obligaciones del matrimonio, avanzaría al mismo tiempo hacia el proyecto de una derecha menos juzgadora y autoritaria. Pero al tomar ese camino, heriría profundamente su alianza con el conservadurismo que manda en la UDI y en parte importante de RN. Mi impresión es que el Presidente no sacrificará su relación con el bloque oficialista. El matrimonio gay, políticamente hablando, todavía no lo vale. Subrayo el todavía. A diferencia de lo ocurrido en el caso de la píldora del día después, Piñera sabe que en este tema nadie lo apura. La ciudadanía no se vuelca a las calles. La comunidad gay no tiene los mejores lobbystas. La Concertación no tiene cara para reprocharle nada. ¿Lo apuran entonces los imperativos de una “nueva derecha”? Tampoco. Es probable que la sola idea sea para Piñera tan abstracta e inconmensurable como la del “relato”.
Como se escribió al comenzar su período, Piñera en cuestiones “valóricas” no sería más tímido ni más osado que sus antecesores. Dejaría que las cuestiones cayeran por su propio peso, sin cerrarse al cambio pero sin promoverlo activamente. La vitalidad del proyecto de matrimonio entre personas del mismo sexo no provendrá de La Moneda, la que actúa para estos efectos como fuerza conservadora. Por el contrario, provendrá de cómo y cuándo los actores políticos relevantes perciban que el tiempo de esta ley ha llegado.
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