UNION ASIATICA - PROYECTO JAPONES 28/10/2009
Japón quiere una Unión Asiática como la UE
Isidre Ambrós | 28/10/2009 - 19:48 horas
Japón tiene un proyecto para Asia. O mejor dicho, su primer ministro, Yukio Hatoyama, tiene una idea sobre el futuro de Asia oriental: Quiere impulsar un área de cooperación regional siguiendo el modelo de la Unión Europea (UE).
El premier japonés hizo público su pensamiento la misma madrugada en que ganó las elecciones en su país, en la noche del 30 al 31 de agosto. Este día avanzó que quería proponer a los países vecinos la creación de una Comunidad Asiática, con mayúsculas. Desde entonces, Hatoyama no deja pasar la ocasión de hablar de su idea en cualquiera de los foros internacionales a los que asiste. Lo hizo en Nueva York, aprovechando el foro de la ONU, lo planteó a sus vecinos de Corea del Sur y China durante la cumbre trilateral celebrada en Pekín, y lo explicó en la reciente cumbre de los países del sudeste asiático (Asean).
Tengo serias dudas de que Yukio Hatoyama tenga como libro de cabecera las memorias de Jean Monnet, el político francés que promovió la creación gradual de una unión de estados europeos a través de "solidaridades de hecho" económicas. No obstante, estoy convencido que ha estudiado a fondo la evolución de la UE, un proyecto en el cual todos los países del Viejo Continente quieren estar presentes y ninguno quiere irse, a pesar de las críticas que se lanzan contra el proyecto de integración europea.
En este sentido, Hatoyama sigue el camino de Monnet y quizas acabe convirtiéndose en el padre fundador de una futura Unión Asiática, igual que ahora ya nadie cuestiona en calificar a Jean Monnet como uno de los padres fundadores de la Unión Europea.
Al igual que hiciera en su día el político francés, el premier japonés ha planteado su iniciativa a China y Corea del Sur, países recelosos con Japón, ya que fueron invadidos por sus tropas en la Segunda Guerra Mundial. Les ha planteado abiertamente superar sus diferencias históricas y colaborar juntos para aprovechar las sinergias regionales. Hatoyama no dudó en hablarle al presidente Hu Jintao en Nueva York de los primeros pasos de la colaboración entre Francia y Alemania en los ámbitos del carbón y del acero en los años cincuenta. Y de su aspiración de que un día exista una divisa común para todo el este de Asia, de la misma manera que el euro circula en Europa.
Para el líder japonés la cooperación regional entre los países asiáticos resulta imprescindible ante la globalización. Opina que es la mejor manera de poder afrontar con garantías de éxito los grandes desafíos internacionales, como pueden ser la última crisis financiera o el peligro de un conflicto bélico. Y más, teniendo en cuenta que China y Japón constituyen la tercera y segunda potencias económicas mundiales, por detrás de Estados Unidos.
En la reciente cumbre de los países del sudeste asiático, celebrada en la localidad tailandesa de Hua Hin, Hatoyama sugirió que hay que aprovechar la creación de una zona de libre cambio a partir de enero del 2010 entre los diez países de la región (Birmania, Brunei, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Singapur, Tailandia y Vietnam) para avanzar hacia la construcción de una Comunidad Asiática, con mayúsculas. Pero no hay que engañarse, si la Asean ha sido una organización más virtual que real durante cuatro décadas, su plan de integración económica previsto para el 2015 se puede quedar en un proyecto sobre el papel. Existen muchas disparidades entre estos países. Hay diferencias políticas, económicas y religiosas, así como las ambiciones individuales de cada estado, que arrojan serias dudas sobre la viabilidad del proyecto.
La única garantía de que un plan de cooperación inicialmente económico avance, se cree una divisa común, y se profundice en la colaboración en otras áreas es que las principales potencias de la zona se comprometan. De la misma manera que la UE sólo ha avanzado durante muchos años gracias al motor francoalemán, una iniciativa de cooperación regional asiática sólo es posible si Pekín y Tokio apuestan por ello.
Y actualmente, tanto a China como a Japón les interesa esta estrategia. Las autoridades chinas están a favor de la colaboración multilateral y de un mundo multipolar. El gobierno japonés, por su parte, es consciente de su frágil situación económica ante el creciente e imparable desarrollo de su vecino y de que, muy posiblemente, en el 2010 China supere a Japón como segunda potencia económica del mundo.
A todo ello se suma un creciente y mutuo interés entre los dos países en cooperar. China constituye un inmenso mercado potencial ávido de productos japoneses de calidad y Japón puede aportar a China conocimientos técnicos necesarios para proseguir su desarrollo.
En el encuentro que mantuvieron en Nueva York, Yukio Hatoyama y Hu Jintao, ambos líderes coincidieron en su propósito que convertir el mar Amarillo que les separa en "un mar de fraternidad" y no de problemas, como es el caso actual, por el contencioso que mantienen ambos países por unos yacimientos de gas.
No obstante, una cosa son las buenas intenciones y las declaraciones de principios y otra muy distinta la realidad cotidiana y los intereses económicos sectoriales que estén en juego. Para que el proyecto de una Unión Asiática sea viable, Tokio deberá ganarse la confianza de Pekín. Una tarea ardua, habida cuenta de los amargos recuerdos que subsisten en la sociedad china de la ocupación japonesa durante la guerra. Además, deberán salvar la competencia económica que subyace entre las dos potencias y la desconfianza mutua que se profesan sus ejércitos, así como la rivalidad sobre quién tendría el papel principal en dicho proceso. En definitiva, una serie de obstáculos y de interrogantes para un proyecto de largo recorrido que no ha hecho más que ser esbozado por Japón y acogido con interés por China.
La Unión Europea ha tardado más de cuatro décadas en hacer realidad las ideas que en su día tuvieron unos políticos idealistas. Habrá que ver cuantos años emplean los líderes asiáticos en materializar sus planes de cooperación regional.
El premier japonés hizo público su pensamiento la misma madrugada en que ganó las elecciones en su país, en la noche del 30 al 31 de agosto. Este día avanzó que quería proponer a los países vecinos la creación de una Comunidad Asiática, con mayúsculas. Desde entonces, Hatoyama no deja pasar la ocasión de hablar de su idea en cualquiera de los foros internacionales a los que asiste. Lo hizo en Nueva York, aprovechando el foro de la ONU, lo planteó a sus vecinos de Corea del Sur y China durante la cumbre trilateral celebrada en Pekín, y lo explicó en la reciente cumbre de los países del sudeste asiático (Asean).
Tengo serias dudas de que Yukio Hatoyama tenga como libro de cabecera las memorias de Jean Monnet, el político francés que promovió la creación gradual de una unión de estados europeos a través de "solidaridades de hecho" económicas. No obstante, estoy convencido que ha estudiado a fondo la evolución de la UE, un proyecto en el cual todos los países del Viejo Continente quieren estar presentes y ninguno quiere irse, a pesar de las críticas que se lanzan contra el proyecto de integración europea.
En este sentido, Hatoyama sigue el camino de Monnet y quizas acabe convirtiéndose en el padre fundador de una futura Unión Asiática, igual que ahora ya nadie cuestiona en calificar a Jean Monnet como uno de los padres fundadores de la Unión Europea.
Al igual que hiciera en su día el político francés, el premier japonés ha planteado su iniciativa a China y Corea del Sur, países recelosos con Japón, ya que fueron invadidos por sus tropas en la Segunda Guerra Mundial. Les ha planteado abiertamente superar sus diferencias históricas y colaborar juntos para aprovechar las sinergias regionales. Hatoyama no dudó en hablarle al presidente Hu Jintao en Nueva York de los primeros pasos de la colaboración entre Francia y Alemania en los ámbitos del carbón y del acero en los años cincuenta. Y de su aspiración de que un día exista una divisa común para todo el este de Asia, de la misma manera que el euro circula en Europa.
Para el líder japonés la cooperación regional entre los países asiáticos resulta imprescindible ante la globalización. Opina que es la mejor manera de poder afrontar con garantías de éxito los grandes desafíos internacionales, como pueden ser la última crisis financiera o el peligro de un conflicto bélico. Y más, teniendo en cuenta que China y Japón constituyen la tercera y segunda potencias económicas mundiales, por detrás de Estados Unidos.
En la reciente cumbre de los países del sudeste asiático, celebrada en la localidad tailandesa de Hua Hin, Hatoyama sugirió que hay que aprovechar la creación de una zona de libre cambio a partir de enero del 2010 entre los diez países de la región (Birmania, Brunei, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Singapur, Tailandia y Vietnam) para avanzar hacia la construcción de una Comunidad Asiática, con mayúsculas. Pero no hay que engañarse, si la Asean ha sido una organización más virtual que real durante cuatro décadas, su plan de integración económica previsto para el 2015 se puede quedar en un proyecto sobre el papel. Existen muchas disparidades entre estos países. Hay diferencias políticas, económicas y religiosas, así como las ambiciones individuales de cada estado, que arrojan serias dudas sobre la viabilidad del proyecto.
La única garantía de que un plan de cooperación inicialmente económico avance, se cree una divisa común, y se profundice en la colaboración en otras áreas es que las principales potencias de la zona se comprometan. De la misma manera que la UE sólo ha avanzado durante muchos años gracias al motor francoalemán, una iniciativa de cooperación regional asiática sólo es posible si Pekín y Tokio apuestan por ello.
Y actualmente, tanto a China como a Japón les interesa esta estrategia. Las autoridades chinas están a favor de la colaboración multilateral y de un mundo multipolar. El gobierno japonés, por su parte, es consciente de su frágil situación económica ante el creciente e imparable desarrollo de su vecino y de que, muy posiblemente, en el 2010 China supere a Japón como segunda potencia económica del mundo.
A todo ello se suma un creciente y mutuo interés entre los dos países en cooperar. China constituye un inmenso mercado potencial ávido de productos japoneses de calidad y Japón puede aportar a China conocimientos técnicos necesarios para proseguir su desarrollo.
En el encuentro que mantuvieron en Nueva York, Yukio Hatoyama y Hu Jintao, ambos líderes coincidieron en su propósito que convertir el mar Amarillo que les separa en "un mar de fraternidad" y no de problemas, como es el caso actual, por el contencioso que mantienen ambos países por unos yacimientos de gas.
No obstante, una cosa son las buenas intenciones y las declaraciones de principios y otra muy distinta la realidad cotidiana y los intereses económicos sectoriales que estén en juego. Para que el proyecto de una Unión Asiática sea viable, Tokio deberá ganarse la confianza de Pekín. Una tarea ardua, habida cuenta de los amargos recuerdos que subsisten en la sociedad china de la ocupación japonesa durante la guerra. Además, deberán salvar la competencia económica que subyace entre las dos potencias y la desconfianza mutua que se profesan sus ejércitos, así como la rivalidad sobre quién tendría el papel principal en dicho proceso. En definitiva, una serie de obstáculos y de interrogantes para un proyecto de largo recorrido que no ha hecho más que ser esbozado por Japón y acogido con interés por China.
La Unión Europea ha tardado más de cuatro décadas en hacer realidad las ideas que en su día tuvieron unos políticos idealistas. Habrá que ver cuantos años emplean los líderes asiáticos en materializar sus planes de cooperación regional.
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