LA MEMORIA HISTORICA COMO HERRAMIENTA DE TRANSFORMACIÓN
LA MEMORIA HISTORICA COMO HERRAMIENTA DE TRANSFORMACION
LA MEMORIA HISTORICA COMO HERRAMIENTA DE TRANSFORMACIÓN
La pregunta de “zavalita”, el personaje que MVLL hizo famoso en su novela “Conversación en la catedral”, que pretende indagar sobre los males del país, es el típico ejemplo de como no hay una sino muchas historias, y su memoria depende de la subjetividad (orden simbólico) dentro de la que se inscribe.
Una respuesta contundente fue: "El Perú se jodió al momento de nacer, porque fue producto de una violación". Pero hay muchas otras, que traslucen una posición de clase y una visión interesada acerca del futuro, ya que evidencian una nostalgia por el pasado señorial-colonial, en el que cada peruano ocupaba el lugar que su jerarquía social le asignaba. En resumen, hay quienes añoran el viejo régimen de las haciendas: “Calla, reza y trabaja” que permitía “paz social, orden y progreso”.
Durante la pasada campaña electoral, un vocero de "El gran cambio" propuso, con desmedido optimismo, cambiar la pregunta de "zavalita" por esta otra: "¿en que momento se recuperó el Perú?" respondiéndose a si mismo que fue a partir de la constitución de 1993, para de inmediato advertirnos del riesgo de reincidir en el estatismo populista, que calificó como el causante del desastre de los años ochenta. Con este comentario quiero plantear como la manipulación de la memoria sirve para apuntalar un sistema de dominación a través del miedo. Ya Orwell nos lo había contado en su novela 1984 cuando, el ministerio de la verdad a través de su policía del pensamiento afirmaba: "Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado".
Una señal de los nuevos tiempos lo da otra propuesta que se pregunta: "En que momento se concesionó el Perú?", recordándonos que casi el 60% del territorio nacional está concesionado; que un 20% de nuestro territorio está concesionado específicamente a la minería.
Cada vez que como sociedad, tropezamos con un problema recurrente, escuchamos decir: “El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Sin embargo, la historia depende del "sujeto portador de la memoria". Para precisar el concepto de “memoria histórica” es necesario enunciarlo desde una posición y en una perspectiva específica: “Los pueblos que no conocen su historia están condenados a desintegrarse como colectividad porque carecen de las herramientas para comprender los problemas que tienen su origen en el pasado de su presente, que al mismo tiempo le impiden desplegar su imaginación para diseñar su propia visión de futuro".
Para tener certeza de cuál es esa “memoria histórica” que necesitamos recuperar, tenemos que reconocer primero, que el presente actual tiene ya 480 años. Que el pasado de este presente, se remonta al momento de la conquista y evangelización (o Extirpación de idolatrías, que fue su verdadero nombre). Ese es el punto de bifurcación que necesitamos reconocer y recuperar su memoria, para volver a partir, ahora sí, hacia nuestro propio destino.
Desde esta posición, y en una nueva perspectiva, nos proponemos dar la batalla por el orden simbólico. Necesitamos continuar la pelea que dimos por sacar el monumento a Francisco Pizarro del lugar central que ocupaba en la plaza vecina a la casa de gobierno y al palacio municipal. La nueva batalla será por erradicar la cruz del San Cristóbal, Apu de los antiguos limeños que vieron mancillada su cumbre por el ejército conquistador que plantó sobre ella, una cruz, como símbolo de su victoria sobre el ejército de Manco Inca, permitiéndoles consolidar su dominio sobre este territorio. Esa cruz, simboliza también nuestra derrota.
La “Extirpación de idolatrías” llamado después “evangelización”, fue un proceso de “terrorismo religioso” en el que los antiguos “cristianos matamoros” se convirtieron en “mataindios” no por ganar almas para su dios, sino para apoderarse de tierras, riquezas y servicios gratuitos, que, con el argumento de su superioridad militar, impusieron una pretendida superioridad cultural para justificar su dominio sobre la población y el territorio conquistado. Un solo dato puede darnos una idea del nivel de genocidio alcanzado por el terrorismo evangelizador: Según los historiadores, la población del Tawantinsuyo al momento de la conquista se estimaba en doce millones de habitantes. Trescientos años después, según el primer censo de la república, la población indígena apenas llegaba a un millón y medio de habitantes. Es la memoria del origen de ese proceso que necesitamos recuperar y difundir, puesto que allí, podremos encontrar las raíces del racismo y la exclusión vigentes hasta hoy.
"NI CALCO NI COPIA SINO, CREACIÓN HEROICA"
Lima, 22 de febrero del 2012
Calixto Garmendia
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