EL ALCA Y EL FUTURO DEL CAPITALISMO : LA SUERTE ESTA ECHADA
El ALCA y el futuro del capitalismo: la suerte está echada
Así como el capitalismo liberal se derrumbó en 1929, el capitalismo liberal implosionó junto con las torres gemelas el día 11 de septiembre de 2001. En los siglos XVIII y XIX las burguesías protagonizaron revoluciones para que se garantizase el derecho a la propiedad. En el siglo XXI la burguesía global patrocina una nueva y terrible revolución para asegurar el derecho al monopolio.
Pasaron treinta años y las innovaciones de la Tercera Ola nada adelantaron. Las nuevas tecnologías ahondaron aún más el abismo entre clases y países, resucitando la temida ecuación sobreproducción/subconsumo. La financiarización prostituyó la racionalidad económica y generó más inestabilidad todavía. El incremento del consumismo hedonista sólo hizo aumentar el vacío de legitimidad de una vida en que todo está en venta, inclusive ella. Dilema de las élites globalizadas: ¿cómo detener la caída tendencial de los márgenes de ganancia y la fragilización de los mecanismos de adhesión y de identificación con el sistema? ¿Qué hacer cuando los métodos compasivos y multilaterales no funcionan?
La transición no podía ser menos brutal. Las tortillas se hacen partiendo los huevos. Las alteraciones drásticas en el régimen de acumulación capitalista sólo son viables por medio de guerra, racismo y mistificación. Las instituciones liberales-representativas y la diplomacia deben abandonar la escena. El Thermidor imperial llegó para cumplir su papel apocalíptico.
El gran capital decidió convertir sus privilegios en derechos inalienables. Las instituciones financieras y multinacionales blindaron ya sus intereses estratégicos transformándolos en cláusulas pétreas e inamovibles. La infalibilidad del mercado fue decretada manu militari. Las bolsas de valores son los verdaderos sistemas electorales y los regímenes de inversiones las nuevas constituciones.
La máquina se programó para romper el tejido social y no hay cómo repararla. Ludd y los luditas nunca fueron tan actuales, mientras que el movimiento sindical y la izquierda institucional nunca fueron tan obsoletos. Sindicatos y partidos de oposición pasaron a ser un sistema de frenos y contrapesos en desuso en tiempos de arbitrio global. ¿Qué se podía esperar de una globalización elitista y excluyente, sino la guerra en gran escala?
Un enemigo más que perfecto
Los "atentados terroristas" posibilitaron el desencadenamiento de múltiples ofensivas militares y geopolíticas indispensables para el reencuadramiento económico, jurídico y político del capitalismo. Estas medidas ya estaban preparadas desde hace algún tiempo por los grupos vinculados al complejo industrial-militar norteamericano. Las explosiones del predio federal en Oklahoma, de la sede de la AMIA y de la embajada israelí en Buenos Aires, de las embajadas de los EE.UU. en África y, finalmente, los atentados en Nueva York y Washington, cumplieron el papel de abrir el camino al ascenso de la extrema derecha y a sus soluciones totalitarias. Las milicias norteamericanas y Al’Qaeda –McVeigh y Bin Laden– fueron siempre instrumentos dóciles y disciplinados de la CIA.
Lo que sucedió el día 11 de septiembre fue ante todo un golpe de Estado, y no en un Estado cualquiera, sino en aquel que es el centro decisorio del capitalismo global. Este putch global representa una tentativa de soldadura del poder transnacional, financiero y bélico del capitalismo bajo el mando absoluto del Imperio norteamericano.
No se hacen enemigos como antaño. Hoy los hacen más eficientemente. Llegan "por encomienda" y just in time. El enemigo multiuso y con valor agregado no es sólo antiamericano, es "antioccidental". Resultado: los intereses de los EE.UU. pasan a ser entonces los intereses de toda la civilización occidental. Las élites imperialistas, literalmente, deben mucho a Bin Laden, puesto que les hace el favor de realizar el "destino manifiesto" de los EE.UU.
El unilateralismo de la administración Bush encontró su justificación en el unilateralismo del "terrorismo". Con el mundo bajo la amenaza de un enemigo invisible e ïmplacable, todas las formas de "legítima defensa" imperial se justifican. No hay mediaciones –ni tampoco política, democracia y tolerancia– entre el mal absoluto y el bien absoluto. Todos somos rehenes de esta fabulosa operación de terrorismo inducido y encubierto. ¿Qué decir entonces de los pueblos y países situados en la periferia inmediata del "Imperio del Bien"?
ALCA: incubando el huevo de la serpiente
El ALCA no es sólo una aventura colonial más del Tío Sam o una sobredosis de imperialismo. Se está produciendo una alteración cualitativa en el modo de incorporación de la periferia. Para reorganizar los factores económicos y los recursos naturales del hemisferio según sus conveniencias, las corporaciones transnacionales necesitan de la libertad completa de inversiones y de un nuevo orden privado exento de cualesquiera criterios políticos o públicos.
Las estructuras decisorias locales y nacionales serían desterritorializadas. Los mecanismos de generación de empleo, renta y servicios se volverían inmunes a cualquier influencia ajena al mercado. Explotación metódica y centralizada. Neocolonialismo de precisión. El nuevo Eldorado tiene que ser un "ambiente económico estable y previsible".
El ALCA ya fue definido como el "destino natural" de los países americanos. Las negociaciones con la periferia sirven sólo para neutralizar resistencias y acomodar intereses. Cualquier acuerdo en ese contexto significa sumisión consentida pues no hay ninguna reciprocidad a la vista. Los mercados deben abrirse incondicionalmente, excepto el norteamericano por ser el "regulador informal" del mercado hemisférico, no pudiendo sujetarse a las oscilaciones provenientes de una "competencia irregular". Competidor bueno y competidor muerto, anuncia en sus entrelíneas el paquete de protección del acero norteamericano.
Libre comercio agrícola, sólo para la huerta. El sistema agroindustrial norteamericano alega no poder prescindir de cuotas de protección y de subsidios millonarios, previstos en la Ley Agrícola de 1956 y sus enmiendas, para mantener "su coherencia y su nivel de ordenación óptimo". Inversiones y compras gubernamentales deben ser flexibilizados, impidiéndose cualquier discriminación en cuanto a dimensión, nacionalidad o desempeño de la empresa competidora. Tratamiento igual a desiguales es sólo la versión vergonzosa de la ley del más fuerte.
Los EE.UU. mantendrán incólume su temido arsenal de salvaguardias unilaterales: la Sección 301, la Super 301, la Especial 301, la Sección 232 y la Sección 122 que permiten puniciones y exigen indemnizaciones de empresas y países que violen reglas internas de propiedad intelectual, generen desequilibrios económicos y pérdidas de facturación por parte de empresas norteamericanas. El capital más protegido del mundo, efectivamente, no se someterá a sistemas hemisféricos de defensa de la competencia, mecanismos anti-dumping o de resolución de controversias.
La Autorización para la Promoción Comercial (TPA –antiguo fast track) aprobada por la Cámara de Representantes de los EE.UU. confirma la integración de mano única. La TPA congela barreras arancelarias y no arancelarias para 293 productos e incluso impone una nueva norma que restringe variaciones cambiarias, lo que apunta a la dolarización del bloque. Se trata de un acuerdo del gran capital para privatizar los beneficios del ALCA. La sacrosanta organicidad de la economía norteamericana por encima de todo. En el área del Libre Comercio de las Américas, los EE.UU. se reservan el derecho de intervenir cuando se consideren perjudicados. Un ALCA con Enmienda Platt.
Sin miedo a ser Fénix
El ALCA representa el estadio y el laboratorio del nuevo orden unipolar y autocrático en gestación. Estadio porque sin la absorción de la periferia la economía norteamericana no superará la recesión y porque la megacruzada imperialista en busca de la hegemonía absoluta no será posible sin una base económica estable. Laboratorio porque el área de libre comercio a ser creada será un globo de ensayo para el surgimiento de una nueva institucionalidad capaz de vertebrar un capitalismo con un marcado perfil segregacionista y totalitario.
La extensión de la guerra imperialista dependerá ciertamente de la neutralización de todos los focos de resistencia en el hemisferio. La "marcha hacia el sur" dependerá de un minucioso barrido de cualquier trazo de autonomía. La previa exclusión de Cuba es ya una demostración cabal. El completo desmontaje de Argentina y de Ecuador, el chantaje "terrorista" contra Perú, las enormes presiones desatadas contra Chávez en Venezuela y la militarización del Plan Colombia prueban que el ALCA es sólo la guerra por otros medios.
Si el ALCA es un prerrequisito indispensable para la realización del proyecto unipolar y totalitario del gran capital norteamericano, su derrota consiste en el primer paso para la elaboración de otro proyecto de integración. El no al ALCA debe ser un sí a un área liberada al servicio de las grandes mayorías, con democracia participativa, justicia e igualdad social.
- El autor es sociólogo, master en Ciencias Políticas por la UNICAMP (Brasil), profesor y miembro de ATTAC-San Pablo (Acción por la Tasación de las Transacciones Financieras en Apoyo a los Ciudadanos). Colaborador de la Revista de Cultura Vozes, Cadernos do Terceiro Mundo, Caros Amigos y sites como Economiabr u Oficina de informaçoes. Sus estudios y reflexiones se concentran en el diagnóstico de la crisis global y en la elaboración de alternativas frente a ella.
- Fuente en portugués de este artículo: www.novae.inf.br
- Traducción: R. D.
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