El victimismo: un recurso habitual del mesianismo. Un ejemplo actual: la teoría de la conspiración yihadista contra occidente

El victimismo: un recurso habitual del mesianismo. Un ejemplo actual: la teoría de la conspiración yihadista contra occidente

"Ni Manu, ni Platón, ni Confucio, ni los maestros judíos y cristianos han puesto nunca en duda su derecho a mentir, como tampoco han dudado de otros derechos totalmente distintos. Reduciendo esto a una fórmula se podría decir que todos los medios con los que hasta ahora se ha pretendido moralizar a la humanidad han sido radicalmente inmorales." (F. Nietzsche, El ocaso de los ídolos, Los que quieren «mejorar»  a la humanidad)

Desde sus orígenes hasta nuestros días, la estrategia favorita del cristianismo para conseguir hacer realidad sus sueños ecuménicos (es decir, conseguir la expansión universal de su credo) ha sido la de recurrir al victimismo, a pesar de que en la mayoría de las ocasiones se llegara con ello a situaciones que rayaban lo grotesco. Que tuviera de su lado a los ejércitos más poderosos del mundo, parece que era lo de menos; le bastaba con invocar a una bruja o a un hereje para convertirse, a los ojos de sus fieles, en una pobre e inocente víctima de la maldad que dominaba la tierra. El que murieran sacerdotes en el Nuevo Mundo no fue culpa de que la cristiandad quisiera someterlo a sangre y fuego, sino de la natural perversidad de los indígenas. La iglesia jamás asumiría la responsabilidad de sus actos, el culpable siempre sería el otro. Para el cristianismo, sus fines mesiánicos (la salvación de la humanidad) siempre justificarían cualquier medio. ¿Qué importaba liquidar a unos pocos herejes, si con ello se conseguía garantizar el pasaporte a la eternidad para la inmensa mayoría de los hombres?

En este sentido, la figura del mártir ha venido siendo la mayor herramienta propagandística del cristianismo (1). Poco importaba que las historias de estos mártires no fueran capaces de superar el más elemental de los cuestionamientos críticos, la credulidad de los fieles ya estaba ganada de antemano; la promesa de una placentera vida ultraterrena en un paraíso celestial les tenía de tal manera hipnotizados, que aquel que osara dudar públicamente de estas ilusiones corría el riesgo de ser despedazado por la turba.

Después de mucho tiempo y muchos esfuerzos, el mesianismo es una cuestión profundamente arraigada en el inconsciente colectivo de la humanidad, y del que parece que ya es incapaz de prescindir a la hora de relacionarse con el mundo que le rodea. Del mismo modo que el judeocristianismo fue probablemente el heredero (la evolución) de mesianismos anteriores, el capitalismo es hoy el heredero del mesianismo judeocristiano, y por eso, como para éste, los medios utilizados siempre serán justificables por el fin buscado. La única diferencia entre el uno y el otro es, simplemente, que el capitalismo habría sustituido la prédica de un paraíso eterno en los cielos por la de un Mundo Feliz en la tierra. De cualquier modo, al tener objetivos tan similares (por igualmente absurdos), ambos habrían venido trabajando en equipo desde hace largo tiempo. Gracias a una alianza así, de no conseguir sus sueños de un modo, siempre les quedará la esperanza de conseguirlos del otro.

El Islam es una escisión del credo judeocristiano (es una religión abrahámica) y, debido a eso, está empapada del mismo espíritu mesiánico; esa es la razón de que haya conectado tan bien con el credo capitalista (véanse las petromonarquías de los Emiratos Árabes Unidos). En este sentido, toda pugna entre el judeocristianismo y el Islam tendrá invariablemente un mismo resultado: el triunfo del mesianismo (algo similar a lo que sucede en la pugna entre capitalismo y socialismo).


Es decir, el Islam no puede ser considerado nunca como un oponente o un rival del cristianismo o del capitalismo, pues unos y otros aspiran a un mismo fin: la tan soñada, por todo mesianismo, unidad universal (2). Esto, por el contrario, facilita mucho la planificación de una estrategia conjunta, eso que hoy algunos denominan como la farsa histórica, y que acabaría beneficiando tanto a unos como a otros. Se trataría de una especie de juego de sinergias en el que las máximas autoridades de uno y otro lado estarían totalmente conchavadas, activando o desactivando coordinadamente sus respectivas fuerzas vivas (partidos políticos, sindicatos, ONG's, sectas religiosas, etc.), según las circunstancias lo requiriesen, para alcanzar una determinada síntesis. Y es que, si lo pensamos fríamente y con detenimiento, la victimista teoría del complot islámico contra occidente no sería posible sin el consentimiento de las máximas autoridades del mundo árabe, que no han movido apenas un sólo dedo por desmantelar toda esta absurda teoría.

Toda vez que el mesianismo cristiano se ha diluido ya casi por completo en el mesianismo capitalista, el objetivo ahora es diluir también el mesianismo islámico en el capitalismo; de este modo, los sueños mesiánicos de unos y de otros se habrán hecho por fin realidad, y ¿qué mejor modo de alcanzar este objetivo que apelando al viejo recurso del victimismo, tan utilizado históricamente por los mesianismos?

Por muy absurda que pueda parecernos a aquellas personas que aún conservamos un mínimo de sentido común la idea de que las grandes potencias atómicas occidentales pudieran ser presa algún día de pueblos anclados en el más absoluto subdesarrollo (como es el caso de la mayoría de los pueblos árabes) (3), como en el pasado, la esperanza despertada por la promesa de un próximo advenimiento de un paraíso (en este caso, en la tierra) será suficiente para que las grandes masas se traguen incondicionalmente todo lo que les cuenten aquellos que les hicieron tal promesa; y si se les dice que los pueblos árabes, a pesar de su más que evidente debilidad y alto grado de división, son la mayor amenaza que existe para que la humanidad alcance algún día ese paradisíaco Mundo Feliz prometido, y que por ello es necesario combatirles, lo harán con los ojos cerrados. Y es que, ¿quién osaría dudar de la palabra de aquellos que hoy nos ofrecen conexión a internet sin límites, incluido porno gratuito (o la posibilidad de publicar o leer artículos tan o más subversivos que éste)?

El destino que le espera al Islam no será otro que el de su plena absorción por el capitalismo, debido a una evolución lógica de su delirante visión mesiánica. Realmente, esto es algo que no me importa lo más mínimo. Lo que verdaderamente me resulta preocupante de todo este tema del complot islamista contra occidente, es el estado de locura y paranoia colectiva que se ha apoderado de la gran mayoría de la especie humana (y, desgraciadamente, de individuos a los que atribuía un cierto grado de sensatez), retrotrayendo su razón a la edad de las cavernas, transformándoles en zombis, en seres grises incapaces de tener una visión original de la realidad, distinta a la que diaria y marchaconaente se les ofrece a través de las pantallas. Para una persona medianamente lúcida, tratar con este tipo de individuos sólo puede conducir al más letal de los aburrimientos.

Para el ser humano, hay algo mucho más difícil de aceptar que la certidumbre de la muerte, se trata del hecho de que su existencia esté sometida al más absoluto caos. Así, aquellos sacerdotes que ofrezcan el remedio más completo e integral para paliar el desasosiego existencial de las masas, se habrán ganado el derecho a dirigir al rebaño: "Los profetas de hoy serán los tiranos del mañana" (y es que un activista contemporáneo no tiene una mentalidad muy diferente a la de un viejo inquisidor). En cualquier caso, quien se quiera seguir engañando con falsas ilusiones colectivas, está en su legítimo derecho, ése es su problema.

"Es imposible que las palabras puedan describir lo que es necesario para aquéllos que no saben lo que significa el horror. Horror. El horror tiene cara. Y uno debe hacerse amigo del horror. El horror y el terror moral son tus amigos. Si no lo son, entonces son enemigos que debes temer. Son enemigos de verdad."(Apocalypse Now, 1979, Francis Ford Coppola)

Notas:
(1) De igual modo debería ser analizado todo el tema de la invasión de la península ibérica por el Islam, supuestamente iniciada en el año 711 de la era cristiana, un hecho fundamentado exclusivamente en documentación procedente de la iglesia católica, y cuyo objetivo (junto con el tema de la reconquista) no habría sido otro que el de revestir con un cierto aura mitológica los orígenes de un nuevo imperio, algo similar a lo hecho por Virgilio con su Eneida. Haber concedido credibilidad histórica a este tema podría haber sido algo no muy diferente a conceder credibilidad científica a la multiplicación de los panes y los peces. Recomiendo las investigaciones del historiador arabista Emilio González Ferrín, que cuestionan la historiografía oficial sobre la invasión militar de la península ibérica por el Islam.
(2) Por este mismo motivo, tampoco la masonería o el socialismo deberían ser considerados como una oposición, pues, en el fondo, aspiran al mismo ideal al que aspiran todos los credos mesiánicos, y, por lo tanto, unos y otros no se perjudican, se retroalimentan.
(3) Por no tocar otros aspectos que evidencian aún más el absurdo de toda esta teoría de la conspiración yihadista:
- El que las autoridades occidentales sigan empeñadas en atribuir algunos atentados a terroristas suicidas islámicos, a pesar de que el Islam prohíba tajantemente el suicidio.
- El que la inmensa mayoría de las víctimas del terrorismo islamista sean árabes y no occidentales. Sólo en Siria, Libia o Irak, las víctimas de Isis o al-Qaeda se pueden contar por decenas de miles.
- La más reciente y descabellada historia de las violaciones masivas en Alemania, según la cual, miles de fanáticos seguidores del Islam (una religión profundamente puritana) habrían decidido colectivamente (probablemente, tras el último rezo en la mezquita) echar una cana al aire por un día saliendo a celebrar una fiesta típicamente occidental (la Nochevieja) hasta altas horas de la noche, emborrachándose y dando rienda suelta a sus más inconfesables fantasías sexuales; todo ello al grito de Alá es grande. ¿En qué quedamos? ¿Se trata de una conspiración perpetrada por fanáticos religiosos ultraconservadores o por pandilleros libertinos al más puro estilo de La Naranja Mecánica?
Está visto que para tragarse todo esto sólo es necesario un requisito: ser un completo imbécil.

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