LA MANIPULACIÓN DE LAS MASAS Y LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN

La manipulación de las masas y Los Protocolos de los sabios de Sión

Wauqi: Hoy que abundan tendencias neo-nazis mimetizadas en diversos sectores politicos e incluso religiosos, seria bueno recordar y hacer memoria historica, para darnos cuenta de donde sale este "cuco" que se pretende nuevo.

Los Protocolos de los sabios de Sión

Los Protocolos de los sabios de Sión es uno de los documentos más importantes en el que los nazis fundamentan sus absurdas teorías racistas y antisemitas. Fue escrita por los servicios secretos zaristas a finales del siglo XIX para impedir la revolución, provocando enfrentamientos entre los obreros de distintas nacionalidades y creando un enemigo ficticio –los judíos- que distrajera a las masas de los problemas políticos de la Rusia autocrática.
En los Protocolos se dan cita los tres elementos fundamentales del pensamiento reaccionario europeo: el judaísmo medieval, la reacción aristocrática frente a la Revolución francesa y el anticomunismo contemporáneo. A partir de los Protocolos, judíos, masones y comunistas forman en el pensamiento reaccionario una unidad confabulada para apoderarse del mundo. La idea que pretenden transmitir es que son los judíos los que promueven las revoluciones, de la misma manera que en el pasado eran ellos los causantes de todas las calamidades sociales.
El núcleo de los Protocolos es una falsificación histórica que consiste en afirmar que existe una organización secreta judía que trata de dominar el mundo. La idea de una conjura judía (para envenenar las aguas, para empobrecer a la gente, para sacrificar niños, etc.) aparecía periódicamente durante la Edad Media. Sin embargo, se trataba de episodios aislados, locales, desprovistos del carácter universal que adquirió tras la Revolución francesa.

En 1797 la reacción feudal trató de ganarse a las masas con el viejo antisemitismo medieval, tratando de convencerlas de que la Revolución formaba parte de una conspiración judía. Con la publicación de la Memoria para servir a la historia del Jacobinismo quedó perfilada la tesis de una conspiración subversiva mundial. El autor de la obra, un clérigo llamado Barruel, pretendía que la orden de los Templarios, disuelta en el siglo XIV, no había desaparecido sino que se había transformado en una sociedad secreta encaminada a derrocar las monarquías feudales. Cuatro siglos después, la misma se habría hecho con el control de la masonería y, a través de la organización de los jacobinos, habría desencadenado la Revolución.

La obra de Barruel carecía de todo fundamento histórico pero despertó el interés de un oficial italiano llamado J. B. Simonini que le escribió desde Florencia proporcionándole informaciones sobre el papel judío en la conspiración masónica. Empezaba a forjarse así la leyenda de una conspiración judeo-masónica. En una carta -que fue un fraude de Fouché para impulsar a Napoleón hacia una política antisemita- el militar felicitaba al clérigo por desenmascarar a las sectas que estaban abriendo el camino para el Anticristo y le señaló el papel preponderante de la secta judía. Según Simonini, los judíos, tomándole por uno de los suyos, le habían ofrecido hacerse masón y así se había enterado de que la masonería había sido fundada por judíos y que en varios países -especialmente Italia y España- los muchos clérigos eran judíos encubiertos. Su finalidad era imponer el judaísmo en todo el mundo, objetivo que sólo tenía como obstáculo a los Borbones a la que los judíos se habían propuesto derrocar. Los dislates de la carta hicieron mella en Barruel, que, a juzgar por su obra, estaba bien predispuesto a creer este tipo de fantasías.

Barruel juzgó más prudente no publicarla porque temía que provocara una matanza de judíos. Pero distribuyó algunas copias en círculos influyentes y, antes de morir en 1820, relató todo a un sacerdote llamado Grivel. Nació así el mito de la conjura judeo-masónica, mito al que se incorporaron los datos suministrados por Simonini en su carta. Con todo, inicialmente, la idea de una conspiración judeo-masónica iba a caer en el olvido y durante las primeras décadas del siglo XIX ni siquiera fue utilizada por los antisemitas.

La revolución de 1848 volvió a despertar los fantasmas reaccionarios, esta vez en Alemania. Un escritor sensacionalista, Hermann Goedsche, presentó unas cartas para demostrar que el dirigente demócrata Benedic Waldeck había conspirado para derrocar al rey de Prusia. Una investigación demostró que los documentos eran falsos y que Goedsche era plenamente consciente de ello.

A partir de entonces Goedsche trabajó como periodista en el Preussische Zeitung, el periódico de los terratenientes conservadores y escribió novelas de ficción como Biarritz, publicada en 1868. Entonces la población alemana comenzaba a ser presa de renovados sentimientos antisemitas a causa de la emancipación parcial de los judíos. En un capítulo del relato se narraba una reunión de trece personajes, supuestamente celebrada durante la fiesta judía de los Tabernáculos, en el cementerio judío de Praga. En el curso de la misma, los representantes de la conspiración judía mundial narraban sus avances en el control del gobierno mundial. Al final, los judíos se despedían señalando que en cien años el mundo yacería a sus pies. Como en el caso de la conjura judeo-masónica, el episodio narrado en este capítulo de Biarritz iba a hacer fortuna.

En 1872 la novela se publicó en San Petersburgo de forma separada señalando que, pese al carácter imaginario del relato, existía una base real para el mismo. Cuatro años después, en Moscú se editaba un folleto similar con el título de En el cementerio judío de la Praga checa (los judíos soberanos del mundo). Cuando en julio de 1881 Le Contemporain editó la obra, ésta fue presentada ya como un documento auténtico en el que las intervenciones de los distintos judíos se habían fusionado en un solo discurso. Además se le atribuyó un origen británico. Nacía así el panfleto antisemita conocido como el Discurso del Rabino. Con el tiempo la obra experimentó algunas variaciones destinadas a convertirla en verosímil. Así el rabino, anónimo inicialmente, recibió los nombres de Eichhorn y Reichhorn, e incluso se le hizo asistir a un (inexistente) congreso celebrado en Lemberg en 1912.

Un año después de la publicación de Biarritz, en Francia apareció una de las obras clásicas del antisemitismo contemporáneo. Se titulaba Le juif, le judaásme et la judaisation des peuples chrétiens y su autor era Gougenot des Mousseaux. La obra partía de la base de que la cábala era una doctrina secreta transmitida a través de colectivos como la secta de los Asesinos, los templarios o los masones pero cuyos jerarcas principales eran judíos. Además de semejante dislate -que evidencia una ignorancia absoluta de lo que es la cábala- en la obra se afirmaba, igual que en la Edad Media, que los judíos eran culpables de crímenes rituales, que adoraban a Satanás (cuyos símbolos eran el falo y la serpiente) y que sus ceremonias incluían orgías sexuales. Por supuesto, su meta era entregar el poder mundial al Anticristo para lo que fomentarían una cooperación internacional en virtud de la cual todos disfrutarían abundantemente de los bienes terrenales, circunstancias éstas que, a juicio del católico Gougenot des Mousseaux, sólo podían ser diabólicas.

Pese a lo absurdo de la obra, no sólo disfrutó de una amplia difusión sino que además inspiró la aparición de panfletos similares generalmente nacidos de la pluma de sacerdotes. Tal fue el caso en 1881 de Les Francs-Maçons et les Juifs: Sixième Age de l'Eglise d'après l'Apocalypse del abate Chabauty, donde aparecen dos documentos falsos que se denominarían Carta de los judíos de Arles (de España, en algunas versiones) y Contestación de los judíos de Constantinopla. Tanto la obra de Chabauty como la de Gougenot de Mousseaux serían objeto de un extenso plagio por el antisemita francés Edouard Drumond, cuyo libro La France juive, editado en 1886, demostró ser un poderoso acicate a la hora de convertir en Francia el antisemitismo en una fuerza política de primer orden, como se demostró en el caso Dreyfuss que sacudió a toda la sociedad francesa desde 1894.

El único país donde, por aquel entonces, el antisemitismo resultaba más acentuado que en Francia y Alemania, y donde se originó el plan que culminó en los Protocolos, era Rusia, donde la plétora de libros antisemitas contaba con apoyo oficial. En 1869 se publicó el Libro del Kahal de Jacob Brafman para sostener que los judíos tenían un plan para eliminar la competencia comercial en todas las ciudades. Diez años después aparecieron los tres volúmenes de El Talmud y los judíos de Lutostansky, la obra que introducía en Rusia el mito de la conjura judeo-masónica.

No obstante, la obra de mayor influencia de este período fue La conquista del mundo por los judíos, cuya séptima edición apareció en 1875, escrita por Osman-Bey, seudónimo de un estafador cuyo nombre era Millinger. Éste se aprovechó de la paranoia antisemita existente en ciertos sectores de la sociedad rusa. Su panfleto sostenía que existía una conjura judía mundial cuyo objetivo era derrocar a los zares. Provisto del dinero que le entregó la Ojrana, el 3 de septiembre de 1881 salió de San Petersburgo con destino a París para investigar los planes conspirativos de la Alianza Israelita Universal que tenía su sede en la capital francesa. Millinger afirmó disponer de documentos que relacionaban a la Alianza con grupos terroristas anti zaristas. En 1886, editó en Berna sus Revelaciones acerca del asesinato de Alejandro II. Con el nuevo panfleto quedaba completo el cuadro iniciado con el libro anterior. No sólo reafirmaba el peligro judío sino que además indicaba la solución: había que expulsar a los judíos, si bien la única manera de destruir la Alianza Israelita universal es a través del exterminio total de la raza judía.

El camino para la aparición de los Protocolos quedaba ya trazado. Del 26 de agosto al 7 de septiembre de 1903 aparecía en el periódico de San Petersburgo Znamya (La Bandera) la primera edición de los Protocolos, bajo el título de Programa para la conquista del Mundo por los judíos. El panfleto encajaba como un guante en el medio ya que el mismo estaba dirigido por P. A. Krushevan, un furibundo antisemita. Krushevan afirmó que la obra era la traducción de un documento original aparecido en Francia.

En 1905, el texto volvía a editarse en San Petersburgo en forma de folleto y con el título de La raíz de nuestros problemas a impulsos de G. V. Butmi, un socio de Krushevan que junto con éste se dedicaría a partir de ese año a sentar las bases de las Centurias Negras, los escuadrones de la muerte del zarismo. En enero de 1906, el panfleto era reeditado por la citada organización con el mismo título que le había dado Butmi e incluso bajo su nombre. Sin embargo, se le añadía un subtítulo que, en forma abreviada, haría fortuna: Protocolos extrañados de los archivos secretos de la Cancillería Central de Sión (donde se halla la raíz del actual desorden de la sociedad en Europa en general y en Rusia en particular). Las ediciones tenían una finalidad propagandística y consistieron en folletos baratos destinados a amplios sectores sociales.

En 1905 los Protocolos aparecieron incluidos en una obra de Serguei Nilus titulada Lo grande en lo pequeño. El Anticristo considerado como una posibilidad política inminente. El libro de Nilus ya había sido editado en 1901 y 1903, pero sin los Protocolos. En esta nueva edición se incluyeron con la intención de influir de manera decisiva en el ánimo del zar Nicolás II. La reedición de Nilus contaba con algunas circunstancias que, presumiblemente, deberían haberle proporcionado un éxito impresionante. Así, el arzobispo de Moscú ordenó que en las 368 iglesias de la ciudad se leyera un sermón en el que se citaba esta versión de los Protocolos. Inicialmente, no resultó evidente si prevalecería la versión de Butmi o la de Nilus. Finalmente, sería esta última reeditada con ligeras variantes y bajo el título de Está cerca la puerta... Llega el Anticristo y el reino del Diablo en la Tierra la que se consagró. El motivo de su éxito es que se publicó en 1917, el año de la Revolución rusa. El texto de Nilus está dividido en 24 supuestos protocolos en los que se intenta demostrar la bondad del régimen autocrático zarista y la perversidad de la democracia.

Consta de 24 supuestos discursos de los Sabios o Ancianos, que detallan los planes judíos para subyugar al mundo. Traducida a varios idiomas, esta obra ha ejercido una tremenda influencia, a pesar de que en 1921 fuera demostrada su falsificación.

En Estados Unidos gozó de su mayor circulación debido a la publicación de Henry Ford, The Dearborn Independent, cuya circulación era de 700.000 ejemplares. Aún después de ser comprobados como una falsedad, Ford -condecorado por Hitler y uno de los puntales nazis en Estados Unidos- continuó difundiendo los Protocolos y publicó todo el material antisemita en cuatro volúmenes.

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