"La lengua de Adán y el hombre de Tiahuanaco"
Obra de Emeterio Villamil que ha llegado hasta nosotros. "La lengua de Adán y el hombre de Tiahuanaco"
En el siglo XIX, un ilustre boliviano remeció los cimientos de la ciencia, cuando afirmó que la lengua aymara era la madre de todas las lenguas, aquella que habrían hablado Adán y Eva en el paraíso. Dos siglos después, varios investigadores le dan la razón, y sostienen que la lengua aymara es una lengua trivalente que va más allá del sistema binario informático.
Conozcamos a quien situó el jardín del Edén en América Latina, el prodigioso Emeterio Villamil de Rada (1804-1880).
Hay vidas que parecen salidas de una novela, y la de Emeterio bien podría haber sido escrita por Gabriel García Márquez . Fue aventurero, explorador, biologo, trotamundos, teólogo, filólogo, periodista, ingeniero, empresario, y político.
Villamil de Rada nació en La Paz, Bolivia en 1804, en el seno de una acaudalada familia. Su innata capacidad para el manejo de las lenguas lo convirtió en algo así como “un niño prodigio”.
Los extraños acontecimientos que le depararía el destino empezaron cuando, en 1825, a los 20 años de edad, fue escogido para dar el discurso de bienvenida, en la naciente Bolivia, nada menos que al libertador de América, Simón Bolívar. Tal fue la elocuencia de Emeterio que el Mariscal Sucre, quien acompañaba a Bolívar, quedó maravillado y le propuso unirse a su comitiva. El joven Villamil decidió quedarse. Sin embargo, su destino no habría de forjarse en suelo andino.
Un año después, el famoso filólogo y etnógrafo Lord Behring tocaría a la puerta del humilde boliviano para llevárselo en su expedición por los mares del planeta.
Hay vidas que parecen salidas de una novela, y la de Emeterio bien podría haber sido escrita por Gabriel García Márquez . Fue aventurero, explorador, biologo, trotamundos, teólogo, filólogo, periodista, ingeniero, empresario, y político.
Villamil de Rada nació en La Paz, Bolivia en 1804, en el seno de una acaudalada familia. Su innata capacidad para el manejo de las lenguas lo convirtió en algo así como “un niño prodigio”.
Los extraños acontecimientos que le depararía el destino empezaron cuando, en 1825, a los 20 años de edad, fue escogido para dar el discurso de bienvenida, en la naciente Bolivia, nada menos que al libertador de América, Simón Bolívar. Tal fue la elocuencia de Emeterio que el Mariscal Sucre, quien acompañaba a Bolívar, quedó maravillado y le propuso unirse a su comitiva. El joven Villamil decidió quedarse. Sin embargo, su destino no habría de forjarse en suelo andino.
Un año después, el famoso filólogo y etnógrafo Lord Behring tocaría a la puerta del humilde boliviano para llevárselo en su expedición por los mares del planeta.
La ciudad de Londres en los tiempos de Charles Dickens, donde habría llegado Emeterio luego de recorrer el mundo.
Luego de recorrer el mundo, Villamil y su mentor se establecieron en la ciudad más cosmopolita y desarrollada de la época. Desde las solitarias alturas andinas Villamil había llegado a las neblinosas calles del Londres de Charles Dickens. Allí, Emeterio estableció su nueva base, desde donde viajó a varios países europeos, y estudió lenguas como el griego, el latín, el inglés y el sánscrito.
Y Paris apareció en su camino. Si a Londres entró de la mano de Lord Behring, la Ciudad Luz no se quedaría atrás pues lo recibió el héroe de la revolución francesa y norteamericana, el Marqués de La Fayette.
Su reputación de poliglota andino lo llevó a frecuentar los círculos intelectuales de Italia, Polonia y Bélgica. Emeterio paseó su insolencia altiplánica en los salones y cortes más cotizados del mundo.
A los 29 años, cual ekeko cargado de conocimientos y experiencias, Villamil regresó triunfal a Bolivia. Su biógrafo Nicolás de Acosta nos narra con fervor lo que debe haber sido la impresión de sus compatriotas al escuchar las historias de Emeterio “Habla y escribe en latín y griego, es dueño del ingles, del francés, del alemán e italiano. Ha afirmado su conciencia romántica por la democracia inglesa”.
Su paso por la política fue más bien desastroso. Se opuso al Mariscal Santa Cruz y tuvo que huir escondido al Perú donde se casó y tuvo un hijo. Emeterio no soportó la vida hogareña, pues en menos de un año ya estaba en la selva peruana, descubriendo una nueva variedad de la quina, donde, fiel a su costumbre, aprendió una serie de lenguas indígenas.
Como por arte de magia, Emeterio aparece, a sus 41 años, buscando oro en California. Uno más, perdido entre buscavidas y mineros improvisados de todo el mundo. Aquí Villamil encontró la fortuna, pero no a causa del oro…
Mineros de Supper Creek en California durante la "fiebre del oro". (Foto por Wells Fargo Archives)
Probablemente, luego de encantar a unos cuantos aventureros con sus alucinadas historias, Emeterio se percató que la gente de ese lugar estaba desesperada por conocer lo que sucedía en el mundo. ¿Un periódico? se preguntó el paceño, pero ¿en que idioma? los mineros venían de todas partes del mundo y California parecía una nueva Torre de Babel. Emeterio tuvo una visión, si él era políglota, porque un periódico no podía también serlo. Así, en una muestra de ingenio latinoamericano, Emeterio decidió que su periódico sería publicado en 4 idiomas. Lo fundó, dirigió, tradujo, editó, publicó, y conociéndolo podríamos imaginar que inventó buena parte del contenido. El periódico multilingüe de Villamil fue un éxito, y lo hizo millonario.
Invirtió toda su fortuna construyendo una mini ciudad de casas de madera prefabricadas que luego vendería a los mismos clientes del periódico. Pero Villamil no estaba hecho para ser millonario. Cuando se disponía a empezar la venta de las casa, un maldito incendio destruyó todo y lo dejó, una vez más, en la ruina. Personaje multifacético y contradictorio, Villamil asoció bonanza y miseria a lo largo de su vida.
Luego vendría otro fracaso periodístico multilingue en México, una temporada miserable limpiando pisos en Australia, y un regreso legendario a Bolivia donde fue elegido diputado. Emeterio tenía 52 años y ya era una leyenda del altiplano.
El honorable Villamil saldrá al exterior, por última vez, al servicio de su patria como comisario demarcador de límites con Brasil. Allí se establecerá hasta el final, y se dedicará a su verdadera pasión, la investigación de las relaciones entre la lengua aymara y las demás lenguas del mundo.
La primera página de la única obra de Emeterio Villamil que ha llegado hasta nosotros. "La lengua de Adán y el hombre de Tiahuanaco".
En Brasil escribió obras como “El sistema de la primitividad americana”(cuatro tomos), “Nacionalidades americanas emanando del Perú”(un tomo), “La historia prehistórica, generante de la ulterior”(dos tomos), “La localidad del Edén y su mapa de los cuatro ríos que designa con precisión el Génesis”(un tomo), y tenia en preparación otras como “Introducción general al vocabulario aymara en otras lenguas” o “Del estado de las ciencias de las lenguas de Europa”.
Hacia el final de sus días, Villamil de Rada envió al gobierno boliviano un resumen de su colosal obra, acompañado de un índice y un informe sobre el caudal de sus escritos, solicitando su publicación. Su sueño era reunir todos sus trabajos en un gigantesco volumen titulado “La filosofía de la humanidad”, de quien sabe cuantos tomos. Nunca recibió una respuesta definitiva del gobierno boliviano, ni del peruano, ni del brasileño.
En 1880, en vista de la falta de interés que despertaba su obra literaria, Emeterio Villamil de Rada, decidió emprender un último viaje a tierras recónditas. Esta vez, a un lugar del que no podrá regresar para maravillarnos con sus historias.
Emeterio Villamil de Rada dejó este mundo por decisión propia, se suicidó. Triste final para una luminosa vida dedicada al conocimiento.
De su obra no queda casi nada. Lo que produjo en Brasi desapareció misteriosamente, y un conocido suyo le habría de jugar, nuevamente, una mala pasada. El maldito fuego, ese que llevó las casas de California, destruyó la mayoría de los resumenes enviados al gobierno boliviano. Esto no es más que otra extraña intervención del azar en los asuntos de Villamil, y un epilogo de lujo para un personaje de leyenda.
Villamil de Rada hablaba 22 lenguas y a pesar de su aparente diletantismo que lo llevó de una disciplina a otra, y de un continente a otro, vivió siempre con una obsesión en la cabeza; probar que la historia de la humanidad empezó en Bolivia y que de ahí se expandió hacia el resto del mundo. Pasó 50 años estudiando las lenguas del mundo y para algunos es considerado como uno de los más notables linguistas modernos. La única obra que le sobrevive, “El hombre de Tiahuanaco y la lengua de Adán”, es sólo una sinopsis preparada por Villamil, posiblemente, para darnos una idea de sus escritos más importantes.
La famosa "Fuente Magna". Una vasija de barro encontrada en las cercanias del lago Titicaca que contiene una escritura muy parecida a la sumeria.
En pleno siglo XXI, con artefactos como la Fuente Magna que son evidencia física del contacto entre los sumerios y los habitantes del altiplano andino, las investigaciones de Emeterio Villamil complementan esta hipótesis desde el análisis linguistico. Es difícil probar que el aymara es la madre de todas las lenguas, pero quizás sí pueda ser una lengua con estructuras similares a las usadas en los sistemas binarios informáticos, y por ende, una lengua casi perfecta.
Para Los Divulgadores, Emeterio Villamil de Rada, al margen de su alucinante vida, fue un visionario latinoamericano cuya obra debe ser rescatada, estudiada, y revalorizada.
Fuentes:
- Emeterio Villamil de Rada (1939). La lengua de Adán y el hombre de Tiahuanaco. Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia.
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